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Cuento de la Rana Presumida
Hoy te voy a contar el cuento de la Rana Presumida, una historia que tiene mensaje para quien lo entienda.
En estanque enorme y con mucha agua cristalina, había una rana que era ambiciosa y siempre estaba presumiendo su belleza e inteligencia. Estaba segura de que era incomparable e irrepetible, y que era perfecta.
Eso causaba que casi ningún animal la soportara, porque todos la consideraban demasiado egoísta. Cuando llegaba a un lugar, todos se iban, pues no soportaban que La Rana Presumida estuviera cerca.
Cuando escuchaba que alguien le hacía un cumplido a cualquier ser vivo que no fuera ella, se enojaba tanto que se iba y dejaba de hablar con todos por un rato. La Rana Presumida muy insensata.
Desde muy pequeña, sus padres le habían hecho creer que no cometía ningún error, que era la más bonita de todo el mundo, así que cuando alguien decía lo contrario, ella no pensaba lo mismo.
Había visto a muchos animales muy hermosos, grandes, poderosos y con muchas cualidades. Pero ella siempre afirmaba lo mismo: “Yo soy más grande, yo soy más fuerte”.
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Y siempre encontraba la forma de igualarlos, o hacerle creer a los demás que lo era. O al menos eso pensaba ella, pues todos veían la realidad. No era una rana muy grande, ni tenía colores brillantes.
Era una rana exactamente igual a las demás, pero su ego estaba más arriba de los cielos.
Un día, escuchó a otra rana decir “¿Vieron al toro que llegó a vivir cerca de nuestro estanque? Es muy grande, tiene un pelaje muy lindo y brilloso”.
“¡Qué tontería! Mi color es más bonito porque atrae mucho las miradas, y soy muy fuerte. Podría decir que no hay nadie más fuerte que yo.” Dijo la rana muy molesta.
Las demás ranas se rieron de su comentario, porque sabían que no era cierto. Pero nadie le dijo nada para evitar pelear con ella.
Algunos días después, La Rana Presumida se encontraba descansando en la orilla del estanque, solitaria como casi siempre. Estaba mirando hacia el cielo, cuando de repente, sintió una presencia cerca de él.
Cuando bajó la mirada, vio a aquel toro del que todas las ranas hablaban, Notó que era cierto que su pelaje era muy brilloso y suave, y detrás de él llevaba una gran carga de paja, lo que demostraba que era muy fuerte.
La Rana Presumida se molestó mucho al comprobar que no era tan fuerte ni tan bonita. No podía cargar tanta paja, y ni siquiera tenía pelo.
Así que se hincho para verse más grande e intimidar al toro, pero por más que aguantó la respiración, no logró ni siquiera igualar su tamaño.
Cada minuto que pasaba, la rana sentía que no podía continuar aguantando, pero su ego era más grande que nada, por lo que siguió hinchándose. Estaba muy frustrada por no poder ser del mismo tamaño.
Hasta que de repente, se escuchó un gran estallido. Todos los habitantes del estanque corrieron a donde ella estaba, pero no pudieron encontrarla. ¡La Rana Presumida había explotado como una burbuja de jabón!
Se sentían tristes porque la rana era parte de su comunidad, y aunque era muy egocéntrica, había compartido buenos momentos con todos los demás.
Pero también se sentían aliviados, y hasta estaban un poco felices porque ya no tendrían que soportar que la rana no pudiera ver a nadie triunfar, o ser más bonito que ella.
Esta ranita tuvo que aprender la lección de una mala forma, pues estalló y ya no podría regresar a disculparse con los demás.
Es importante que todos sepamos que ser egocéntricos es malo, ya que no pensamos en cómo se sienten los demás cuando los hacemos sentir menos que nosotros por no tener algún rasgo o alguna habilidad.
Todos debemos aprender a respetar a los demás, a darles el valor que merecen.
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