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Hoy hablaremos de el Pequeño Ciervo.
Había una vez, en un bosque muy grande y lleno de árboles, un pequeño ciervo que vivía con toda su familia junto a una vereda entre todos esos árboles.
Este pequeño ciervo era muy bonito, podía ser considerado el más hermoso del bosque.
También este pequeño ciervo, era muy pequeñito, lo que hacía que toda su familia quisiera protegerlo y llenarlo de atenciones, porque lo veían muy pequeño a diferencia de los demás animales.
Pero este pequeño ciervo era muy desagradecido y nunca les respondía de la misma manera el cariño, siempre fue un poco mas rebelde o poco agradecido.
Cuando se acercaban a abrazarlo, los empujaba, y siempre que le daban un beso en la mejilla o en la frente, se limpiaba con asco. Era muy caprichoso.
Un día, unos familiares lejanos decidieron visitar a la familia desde otro bosque, y toda la familia se emocionó mucho, menos el pequeño ciervo.
Tifón y la ballena
La princesa que no quería nadar
El ratón tranquilo
Rundo y el colibrí
Quería que todos le prestaran atención.
Estaba tan acostumbrado a que todos le prestaran atención solo a él, que cuando dejaron de hacerle caso para preparar lo necesario para la visita, se disgustó mucho.
Aunque fueran su familia, le estaban quitando las comodidades que tenía. ¡Incluso iban a ocupar su cama para dormir! No podía creerlo.
Cuando la familia llegó, ninguno de los nuevos ciervos se acercó a abrazarlo y besarlo como esa costumbre, ni le preguntaron cosas que lo hostigaran como hacía su familia cercana.
De repente, entró una pequeña cervatillo que era hermosa, era apenas un bebé y todo el mundo parecía querer acercarse a darle mimos.
La pequeña recibía el cariño con mucha alegría, y esto hacía que el ciervo se enojara con ella.
Su enojo aumentó cuando se dio cuenta de que sus papás no querían soltarla. Se acercó para pedirles que le dieran de comer, pero ninguno de los dos lo volteó a ver siquiera.
Estaba muy molesto por lo que le había pasado.
Los celos llenaban de enojo al pequeño ciervo, que corrió hacia su cuarto para hacer una rabieta. Cuando terminó y se sintió más calmado, se le ocurrió la manera de hacer que le volvieran a prestar atención.
Sacó sus exámenes con calificaciones muy buenas para enseñárselos a sus tíos lejanos y presumirles.
Cuando salió de su cuarto y los familiares vieron sus buenas notas, comenzaron a reírse.
“Qué bueno que seas un cerebrito” dijo una de las tías.
“Está bien, hijo. Ese es tu deber. No tenemos por qué festejarlo.” Dijo el más serio de los tíos.
Así que el ciervo volvió a su cuarto corriendo, decepcionado de no haber logrado captar ni un poco de atención.
Quería demostrarles que era el mejor jugador de pelota.
Al rato siguiente, decidió mostrarle a sus primos que era el mejor jugando a la pelota.
“¿Quién quiere jugar conmigo?” dijo el ciervo.
“Vamos todos” dijo uno de los primos, que era mayor que él.
Cuando salieron al jardín, el pequeño ciervo notó que todos sus primos eran por lo menos 5 años más grandes que él y se preocupó. Comenzaron a jugar, y todos demostraron ser muy buenos, menos el ciervo caprichoso.
Él apenas había logrado tocar la pelota, y no había anotado ni un gol. Así que a medio juego, paró todo y se llevó su pelota. Volvió corriendo a su cuarto, mientras todos siguieron jugando sin necesidad de la pelota.
Como último recurso, se le ocurrió hacer una maldad y culpar a su prima. Se acercó al cochecito donde estaba, y cerca de él tiró un jarrón que su mamá guardaba con mucho cuidado.
Otra de sus primas que tenía la misma edad que él, vio todo. Así que para que no lo regañaran, decidió echarse la culpa de haber roto el jarrón.
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Pero Mama Ciervo no regaño a nadie.
La mamá ciervo no regañó a nadie porque se habían hecho responsables de sus actos, y el ciervo caprichoso vio que su prima estaba dispuesta a asumir la culpa para que nadie fuera castigado.
Se dio cuenta de que estaba siendo muy egoísta, y decidió pedir disculpas a su prima. Ella aceptó y lo invitó a jugar con los demás.
Y así, el ciervo entendió que siendo amistoso podía ganar más que intentando llamar la atención cometiendo malos actos.