Contenido
Había una vez un niño llamado Simón que estaba muy contento por la Navidad que ya estaba muy cerca. Pero no era el único, toda la escuela se encontraba emocionada, ya que era la época más bonita del año.
Se pasaban todo el día hablando del tema, y preguntándole a la maestra sobre la fecha, para saber en que momento llegaría la navidad.
“Profesora, ¿Sabe qué día es hoy?” preguntaban todos.
“Hoy es Jueves, 2 de Diciembre”
“¿Y sabe cuántos días faltan para que llegue la Navidad?”
“Faltan 22 para la Nochebuena y 23 para Navidad, el día que abren sus regalos es el 25 de Diciembre”
En esta escuela, se acostumbraba a hacer una fiesta para festejar la Navidad antes de que comenzaran las vacaciones. En ella, todos los alumnos y maestros traían dulces, comida y juguetes para compartir con todo el mundo.
Pero eso no era lo que más les gustaba. También solían poner un pequeño buzón en la banca de cada alumno para que le dejaran cartas de felicitaciones y buenos deseos. Pintaban el buzón de distintos colores, y los decoraban de la mejor manera, para recibir la navidad.
Los niños se esmeraban mucho en los dibujos y las palabras que escribían, ya que se llevaban muy bien.
Tifón y la ballena
La princesa que no quería nadar
El ratón tranquilo
Rundo y el colibrí
Todos esperaban el día con ansias, menos Simón.
Todos esperaban el día con ansias, menos Simón. Él le tenía mucho miedo a que llegara el día porque era muy tímido, y le costaba mucho hablar con los demás niños.
Le encantaba que el mes era muy colorido, y que todos estaban felices, pero tenía muchos nervios de que nadie le enviara ninguna carta, y de que pasara la gran fiesta sólo.
El día de la fiesta llegó, y Simón decoró su buzón con todo el esmero que pudo. Le puso colores muy vivos, diamantina, pintura. Todo lo que pudo para hacer llamativo su buzón.
Pero le puso algo que no era común en los buzones: dibujó un coche rojo con llamas, como si corriera a toda velocidad por una carretera. Se esmeró demasiado para que a todos les gustara su buzón y le pusieron una carta.
Salieron a comer lo que habían llevado, y a repartir los dulces. Cuando regresaron, Simón se sentó a esperar una carta. Pero después de un rato, no había recibido ninguna. Ni siquiera se acercaban a hablar con él.
Simón estaba muy triste.
Esto lo puso muy triste, y cuando estaba a punto de llorar, uno de sus compañeros se acercó a ver el buzón decorado.
“Ese coche se ve muy rápido, y lo dibujaste muy bonito” dijo el compañero.
“¿Enserio? ¿Te gusta de verdad?” preguntó Simón con mucha alegría.
“¿Qué si me gusta? Pues claro que sí, es el mejor dibujo de un coche que he visto. A mi abuelito le gustan mucho los coches, y gracias a él a mí también me encanta verlos. Pasamos horas hablando de coches cuando voy a su casa.”
“Muchas gracias.” Dijo Simón muy emocionado.
“De nada, sólo digo la verdad. Oye, ¿te gustaría ser mi amiga? Compartimos el gusto por los carros, y estoy seguro de que nos vamos a divertir mucho jugando y hablando de autos.”
“Me encantaría ser tu amigo. Si quieres, puedo enseñarte a dibujar carros como el de mi buzón, y de muchos colores y formas diferentes.”
“Si, me encantaría. En las vacaciones puedes venir a mi casa a conocer a mi abuelo, y ver una película de autos juntos.”
Simón ahora estaba mas relajado.
Simón se sentía más relajado, ya que aunque era tímido había podido charlar con su compañero sin sentirse nervioso o equivocarse. Después de esta charla, recibió su primera carta.
Desde aquel día, su confianza en sí mismo mejoró, ya que entendió que era un niño exactamente igual a los demás, y que ser tímido no era un defecto.
Te recomiendo este otro cuento: El cuento de los topos.